Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán




Sábado III Adviento


Evangelio Diario y Meditación

  •   Oración al Espíritu Santo
Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.
Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones. 
¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén



+Santo Evangelio

Evangelio según san Mateo 1,1-17:
Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aran, Aran engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce.



+ Meditación Patrística:

Primer Punto: Se escribió el Evangelio para los judíos, para quienes hubiera estado de más exponer la naturaleza de la divinidad que ya conocían, pero les era necesario que se les manifestase el misterio de la encarnación. Juan escribió el Evangelio para los gentiles que no sabían si Dios tenía un Hijo y fue por ello preciso primero enseñarles que hay un Hijo de Dios, que es Dios, y luego que este Hijo de Dios tomó carne.la prudencia impía de los judíos negaba que Jesús fuese de la descendencia de David, por eso el evangelista añade: "Hijo de David, hijo de Abraham". Pero, ¿no basta decir hijo de sólo Abraham o de sólo David? No, porque a ambos fue hecha la promesa de que de ellos había de nacer Cristo: a Abraham en el Génesis: "Y en tu semilla serán bendecidas todas las naciones de la tierra" (Gén 22,18); a David en el Salmo: "Del fruto de tu vientre pondré sobre tu trono" (Sal 131). Por eso lo llamó hijo de ambos, para demostrar que las promesas hechas a ambos se habían cumplido en Cristo, y además porque Cristo había de tener tres dignidades: rey, profeta y sacerdote. Abraham fue profeta y sacerdote; sacerdote, como le dijo Dios en el Génesis: "Toma para mí una vaca de tres años" (Gén 15,9); y profeta, según lo que el Señor dice de él al rey Abimelek en el Génesis: "Es Profeta y rogará por ti" (Gén 20,7). David fue rey y profeta, pero no sacerdote. Cristo fue, pues, llamado hijo de ambos, para que la triple dignidad de ambos se reconociese en él por derecho de nacimiento.

Segundo Punto: Dice San Anselmo: En cada uno de los ascendientes de Cristo no sólo debemos tener en cuenta el sentido histórico, sino el alegórico y el moral. La alegoría en lo que cada padre representa a Jesucristo, y la moralidad porque de cada uno de ellos se forma en nosotros la virtud por la significación del nombre o por el ejemplo. Así Abraham prefigura a Cristo en muchos lugares, sobre todo en el nombre, porque Abraham significa "padre de muchas gentes", y Cristo es padre de muchos fieles. Abraham, además, salió de su familia para ir a vivir en tierra extraña, y Cristo, abandonado el pueblo judío, salió a las naciones gentiles por medio de sus apóstoles… Por Zara está significado el pueblo judío, el primero que apareció a la luz de la fe, como saliendo de una tenebrosa abertura del mundo, y por eso fue señalado con el rojo distintivo de la circuncisión, creyendo todos que ese pueblo había de ser más adelante el pueblo de Dios. Pero en su paso fue interpuesta la ley como cerca o muralla, y el pueblo judío quedó imposibilitado por la ley. Pero, por la venida de Jesucristo fue rota la valla de la ley que había entre judíos y gentiles, como dice el Apóstol: "Derribando la pared de división", resultando de aquí que el pueblo gentil, significado por Fares, después que la ley fue reformada por el mandamiento de Cristo, viniese primero a la fe, siguiéndole después el pueblo judío.   

 +Tercer Punto:  Ya Jesús había dicho por el profeta Isaías:  El Señor me levanta por la mañana,  y yo no me resisto,  mi cuerpo di a los que me herían Is. 50, 4;  como si dijera:  Desde el primer momento de mi concepción,  mi Padre hízome entender su voluntad de que yo llevase una vida de penas,  para ser al fin sacrificado sobre la cruz. 
Y ¡Oh almas!  Todo lo acepté por vuestra salvación,  y desde entonces entregué mi cuerpo a los azotes,  a los clavos y a la muerte.  Pondera aquí que cuanto padeció Jesucristo en su Pasión,  todo se le puso delante,  estando aún en el vientre de su Madre,  y todo lo aceptó con amor;  pero al hacer esta aceptación,  y al vencer la natural repugnancia de los sentidos ¡Oh Dios!  ¡qué angustias y opresión no padeció el corazón de Jesús!  Comprendió bien lo que primeramente había de sufrir,  con estar encerrado por nueve meses en aquella cárcel oscura del vientre de María;  con las humillaciones y penalidades del nacimiento,  siendo el lugar de este una gruta fría que servía de establo a las bestias;  con haber de pasar después treinta años entretenido y envilecido en el taller de un artesano:  al ver,  por fin,  que había de ser tratado por los hombres de ignorante,  de esclavo de seductor,  y reo de muerte,  las más infame y dolorosa que se daba a los malvados. 
Todo,  pues,  lo aceptó el Redentor nuestro en todos los momentos,  y en todos ellos venía a padecer reunidas en sí mismo todas las penas y abatimientos que después había de sufrir hasta la muerte.
El mismo conocimiento de su dignidad divina le hacía sentir más las injurias que estaba para recibir de los hombres,  diciéndonos por el Profeta:  Mi ignominia está todo el día delante de mí. (San Alfonso Mª Ligorio)


  • Coloquio:  
 “Amado Redentor mío.  ¡Cuánto os costó desde que entrasteis en el mundo el levantarme de la ruina que yo me he ocasionado con mis pecados!
Pues Vos por librarme de la esclavitud del demonio,  al que yo mismo pecando me he vendido voluntariamente,  habéis aceptado ser tratado como el peor de los esclavos. 
Y sabiendo yo esto,  he tenido valor de amargar tantas veces vuestro ¡amabilísimo corazón que me ha amado tanto!  Mas,  ya que Vos siendo inocente y mi Dios,  habéis abrazado una vida y una muerte tan penosa,  yo acepto,  o Jesús mío,  por amor vuestro todas las penas que me vendrán de vuestras manos. 
Las acepto y las abrazo,  porque me vienen de aquellas manos que han sido un día traspasadas a fin de librarme de las penas del infierno tantas veces merecido.
Vuestro amor,  o Redentor mío,  en ofreceros a padecer tanto por mí,  me obliga sobremanera a aceptar por Vos toda pena,  todo desprecio.
Dadme,  Señor mío,  por vuestros méritos vuestro santo amor.  Este me hará dulces y amables todos los dolores y todas las ignominias.” (San Alfonso Mª Ligorio)


+ Mensaje:

 “¡Queridos hijos! En esta alegría navideña deseo bendecirlos con mi bendición. De manera especial, hijitos, les doy la bendición del Niño Jesús. Que El los llene de su paz. Hijitos, hoy no tienen paz, y la ansían. Por eso, en este día, con mi Hijo Jesús los invito: Oren, oren, oren, ya que sin oración no tienen ni alegría, ni paz, ni futuro. Ansíen la paz y búsquenla, porque Dios es la verdadera paz. Gracias por haber respondido a mi llamado!” (Mensaje, 25 de diciembre de 1998)



+ Coloquio:

Padre, danos la fortaleza para llegar a ser una bendición para los demás; que los padres y madres de familia sean una bendición para sus hijos y que los hijos sean una bendición para sus padres. Te pedimos por todos los que guían a la Iglesia y al mundo, para que también ellos sean una bendición para aquellos de los que gobiernan. Bendice, oh Padre, a todos los que nosotros hemos maldecido con nuestras palabras, nuestra falta de amor, nuestro orgullo, nuestra envidia, nuestros celos, nuestra esclavitud a las cosas de este mundo y nuestras relaciones equivocadas. Te pedimos que Tú los cures y los liberes de todos los efectos de nuestras maldiciones, a fin de que podamos encontrarnos unos a otros en el amor y la libertad interior y que por Jesucristo, Tu Hijo, oh Padre Celestial, seamos capaces de construir un mundo nuevo en Tu Espíritu. Te lo pedimos en nombre de Jesús, Tu Hijo, a quien Tú nos enviaste con María, la Reina de la Paz. Amén.  (Fray Slavko , Medjugorje, Medjugorje, Diciembre 25, 1998)




+ Comunión Espiritual:

 “Padre eterno, permitid  que os ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.” (De Santa Margarita María Alacoque)