¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!



¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!

Sábado III de Cuaresma


Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio

Evangelio según San Lucas 18,9-14. 
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. 
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. 
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'. 
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'. 
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado". 




+Meditación:


Primer Punto:   «Oh alma que lloras tus pecados, teme a los juicios divinos, que son un abismo profundo. Teme, he dicho, teme intensamente, aunque seas poco penitente, desagradar más a Dios. Teme aún más, incluso ahora, de ofender de nuevo a Dios. Finalmente, teme sobre todas las cosas estar separada de Dios, privada para siempre de luz, estar siempre quemada por el fuego y carcomida por el gusano que no perece. Teme todo esto, si una penitencia verdadera no te permite morir en la gracia final, y canta con el profeta: « Ante ti mi carne tiembla de miedo, tus juicios me llenan de temor». (Sal. 118:120) 
      Sin embargo, desea los dones celestiales. Elévate por la flama del divino amor hasta estar en Dios, quien te ha soportado pacientemente en el pecado, que te ha esperado con tanta longanimidad, y llevado a la penitencia con tanta misericordia, por el perdón, la infusión de su gracia y la promesa de la corona eterna. Él te pide que le ofrezcas, o más bien que recibas de Él mismo afín de ofrecerle «el sacrificio de un espíritu quebrantado, de un corazón contrito y humillado» (Sal.50:19) por una amarga compunción sincera, por una justa satisfacción. 
      Desea con ardor que Dios te muestre su amor por una larga comunicación del Santo Espíritu. Desea con más ardor de ser conformado a él por una fiel imitación de Jesús crucificado. Pero por sobre todo, desea poseer Dios en la clara visión del Padre Eterno afín de que, en toda verdad, puedas cantar con el profeta: «Sediento estoy de Dios fuerte, del Dios de vida; ¿cuándo iré a contemplar el rostro del Señor?» (Sal 41:3)

Segundo Punto: Aquí nuestros cuerpos son comparados con las cosas terrenas y frágiles, que al menor golpe se quiebran. Lo que está en lo interior del alma se revela fácilmente por medio de los sentidos y los movimientos del cuerpo, del mismo modo que se ve por fuera lo que una copa contiene. Por tanto no cabe duda de que con la palabra copa se da a conocer las pasiones del cuerpo. Observemos que no es lo exterior de esta copa y de este plato lo que nos mancha, sino lo interior, porque dijo el Señor: "Mas vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad". (San Ambrosio)   

 Tercer Punto: ¿Cómo no perdonó a aquel hombre que le había convidado? Pero fue más indulgente reprendiéndolo para perdonarlo en su tribunal justiciero. Después nos da a conocer que el bautismo, que se recibe una sola vez, limpia por la fe. Esta fe está en lo interior, no en lo exterior; y como los fariseos la menospreciaban lavando lo de fuera, quedaban muy manchados interiormente,. Es lo que condenaba el Señor, diciendo: "¡Necios! ¿No sabéis que el que hizo lo de fuera hizo también lo de dentro?". (San Agustín)



+ Mensaje


“Queridos hijos, hoy os invito a una humilde, hijos míos, humilde devoción. Vuestros corazones deben ser rectos. Que vuestras cruces sean para vosotros, un medio en lucha contra el pecado de hoy. Que vuestra arma sea la paciencia y un amor sin límites, amor que sabe esperar y que os hará capaces de reconocer los signos de Dios, para que vuestra vida con amor humilde, muestre la verdad a todos aquellos que la buscan en las tiniebla de la mentira. Hijos míos, apóstoles míos, ayudadme a abrir los caminos que conducen a Mi Hijo. Una vez más os invito a la oración por vuestros pastores. Con ellos triunfaré. ¡Os lo agradezco! ”   (Mensaje, 2 de octubre de 2010) 




  • Coloquio:
 ¡Oh amable Jesús, de mí tan despreciado! Vos habéis bajado del cielo a rescatarnos del infierno y daros todo a nosotros;  ¿cómo, pues,  hemos podido volveros tantas veces las espaldas,  sin hacer caso de vuestros favores?
¡Oh Dios! ¡Los hombres son tan agradecidos con las criaturas,  que si cualquiera les hace un regalo,  si les envía una visita de lejos,  si les muestra una señal de afecto,  no se olvidan de ella y se sienten obligados a corresponderles;  y al mismo tiempo son tan ingratos con Vos,  que sois su Dios tan amable,  y que por su amor no habéis rehusado dar la sangre y la vida!
Más,  ¡Ay de mí!  Que he sido para con Vos peor que los demás,  porque he sido más amado y más ingrato que los otros. (San Alfonso Mª Ligorio)



  • Comunión Espiritual:
 “Padre eterno, permitid  que os ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.” (De Santa Margarita María Alacoque)