Mi carne es la verdadera comida


"Mi carne es la verdadera comida"

Viernes III  de Pascua


Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio

Evangelio según San Juan 6,52-59. 
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". 
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. 
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. 
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. 
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. 
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. 
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". 
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.  



+Meditación:

San Juan María Vianney
     Todas las buenas obras reunidas no pueden ser equivalentes al santo Sacrificio de la Misa, porque éstas son las obras de los hombres, y la Misa es la obra de Dios. El martirio, que es el sacrificio que el hombre hace a Dios de su vida tampoco puede compararse en nada a la Misa, que es el Sacrificio que Dios hace al hombre de su Cuerpo y de su Sangre. 
      Al emitir su voz el sacerdote, nuestro Señor desciende del cielo y se encierra en una pequeña hostia. Dios fija su mirada sobre el altar. «Está allí, exclama, mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3:17; Mt 17:5). A los méritos de la ofrenda de esta Victima, no puede rehusar nada. 
      ¡Qué bello es esto! Después de la consagración, ¡el Buen Dios está allí como en el cielo!...Si el hombre conociera bien ese misterio, moriría de amor. Dios se muestra comprensivo a causa de nuestra debilidad. 
      ¡Oh! si tuviéramos fe, si comprendiéramos el precio del santo Sacrificio, ¡tendríamos más celo al asistir! 


+Comunión Espiritual:

De Santa Margarita María Alacoque
  “Padre eterno, permitid  que os  ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.