Amen a sus enemigos



Amen a sus enemigos

Tiempo Ordinario VII

Evangelio Diario y Meditación

  •   Oración al Espíritu Santo
Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.
Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones. 
¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén


+Santo Evangelio

Evangelio según san Lucas 6, 27-38
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.


+ Meditación:

Primer Punto: Los que hieren sus propias almas son dignos de lágrimas y de suspiros, no de maldiciones, porque no hay cosa más detestable que un alma maldiciente, ni nada más inmundo que una lengua que maldice. Eres hombre, no vomites el veneno del áspid, ni te conviertas en bestia feroz. Se te ha dado una boca no para que muerdas, sino para que cures la herida de los demás. El Señor manda que trates a tus enemigos lo mismo que a tus amigos; no de cualquier modo, sino como a los más íntimos, por quienes acostumbras a orar. De donde prosigue: "Y orad por los que os calumnian", etc. Hay muchos que, por el contrario, mientras se postran en tierra y arrastran su frente por el suelo, hiriendo sus pechos y levantando sus manos al cielo, no piden a Dios el perdón de sus pecados, sino que piden contra sus enemigos, lo cual no es otra cosa que hincarse a sí mismos el puñal. Cuando pides al que prohibió las imprecaciones contra los enemigos que escuche tus maldiciones contra ellos, ¿cómo puedes ser oído cuando provocas al que ha de oírte, castigando a tu enemigo en presencia de su Rey, si no con las manos, al menos con las palabras? ¿Qué haces, hombre? Estás pidiendo el perdón de tus pecados, y a la vez llenas tu boca de amargura. Es el tiempo del perdón, de la oración, del llanto, no del furor. (San Juan Crisóstomo)

Segundo Punto: Casi todos obramos en contra de este precepto; y especialmente los poderosos y los príncipes, no sólo cuando experimentan alguna contrariedad, sino también cuando se les falta a la debida reverencia, considerando como enemigos a todos aquellos que no los respetan tanto cuanto ellos se creen merecer. Es grande la maldad del príncipe cuando está pronto para vengarse; porque, ¿cómo enseñará a otro a no devolver mal por mal cuando se complace en vengarse del que le hace daño?. (San Basilio)
 El Señor quiere además que nos desprendamos de las cosas. Y prosigue: "Y al que te quitare la capa, no le impidas llevar también la túnica". Esta es la virtud del alma, que en un todo se opone a la pasión de la codicia. Conviene que el que es bueno se olvide también de las injurias, porque en aquellas cosas en que favorecemos a nuestros amigos más íntimos, debemos favorecer a nuestros enemigos. (San Cirilo)

Tercer Punto:  En esto pecamos no poco; no solamente no dando a los que piden, sino vituperándolos diciendo: ¿Por qué no trabaja? ¿Por qué se ha de sustentar el ocioso? Dime, ¿y tú eres rico porque trabajas? Y si trabajas, ¿lo haces para vituperar a otros? ¿Y por un pan y una túnica le llamas codicioso? ¿No das? Pues no le vituperes. ¿Por qué no te compadeces, y disuades a los que quieren dar? Si diéremos indiferentemente a todos siempre nos compadeceríamos; porque Abraham recibía a todos, recibió también a los ángeles. Y aun cuando sea un homicida, o un ladrón, ¿no le consideras como digno de tener pan? No seamos, pues, censores severos de los demás, para no ser juzgados también nosotros con rigor. (San Juan Crisóstomo)


  • Coloquio:
 “Os doy gracias,  O Padre Eterno,  de haberme dado a vuestro Hijo;  y ya que Vos le habéis donado todo,  yo me entrego sin reserva a Vos.  Por amor de este Hijo,  aceptadme y estrechadme de manera,  que pueda decir con san Pablo: ¿Quién me separará del amor de Jesucristo? ¿Qué bienes del mundo podrán jamás apartarme de mi Salvador?  Y Vos,  Jesús,  si sois todo mío,  sabed que yo soy todo vuestro.  Disponed de mí y de todas mis cosas como os plazca;  porque ¿cómo podré negar cosa alguna a un Dios que no me ha negado la sangre ni la vida?  María,  madre mía,  custodiadme bajo vuestra protección.  No quiero ya ser más mío, quiero ser todo de mi Señor.  Pensad en hacerme fiel;  en Vos Confío. (San Alfonso Mª Ligorio)


+ Comunión Espiritual: 

 “Padre eterno, permitid  que os ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.” (De Santa Margarita María Alacoque)