Uno de ustedes me entregará


 


Uno de ustedes me entregará

Martes Santo

Evangelio Diario y Meditación



 Oración al Espíritu Santo

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones. 

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amé



+Santo Evangelio


San Juan 13, 21-33. 36-38


Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente:

“Les aseguro que uno de ustedes me entregará”.

Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.

Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: “Pregúntale a quién se refiere”. Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: “Señor, ¿quién es?”

Jesús le respondió: “Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato”.

Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: “Realiza pronto lo que tienes que hacer”.

Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: “Compra lo que hace falta para la fiesta”, o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.

Después que Judas salió, Jesús dijo:

“Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.

Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero Yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: “A donde Yo voy, ustedes no pueden venir””.

Simón Pedro le dijo: “Señor, ¿a dónde vas?”

Jesús le respondió: “Adonde Yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás”.

Pedro le preguntó: “¿Señor, por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”.

Jesús le respondió: “¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces”. 



+ Meditación Patrística:


Primer Punto: «Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior…» No hizo mención de esto anteriormente, pero como ya debía descubrir al traidor para que no se ocultara entre los demás, se entristeció en su espíritu. Y como el mismo traidor ya estaba a punto de salir para conducir allí a los judíos, a quienes había de hacer entrega de Jesús, lo entristeció su próxima pasión y el peligro inminente, y la mano amenazante del traidor, de quien ya se conocía su intención. El Señor se dignó también dar a conocer con su turbación que cuando una causa urgente obliga a separar antes de recogerse la mies a algunos de los falsos hermanos, no puede hacerse esto sin que la Iglesia se entristezca. Se turbó, no en cuanto a la carne, sino en el espíritu; porque las personas espirituales, en tales ocasiones de escándalo, no se turban por la perversidad, sino por la caridad, no sea que al cortar las malas cizañas se arranque de raíz el trigo. Y además, aun teniendo misericordia del mismo Judas, que había de perecer, se turba, no por debilidad de su alma, sino por su propia voluntad. Porque no se turba porque alguien lo obligue, sino que se turbó a sí mismo (como se ha dicho antes). En el hecho de turbarse consuela a los débiles en su propio cuerpo (esto es, en su Iglesia), para que si alguno se turba con la muerte de los suyos, no se crea por esto condenado.

Caigan, pues, por tierra los argumentos de los estoicos, que dicen que en el sabio no cabe la perturbación de los ánimos. Así como juzgan a la verdad vanidad, así llaman estupor a la salvación. Túrbese, pues, el ánimo cristiano, no por la miseria, sino por la misericordia. (San Agustín)



Segundo Punto:  «Dios ha sido glorificado en él…» Se refiere a la gloria del cuerpo, por la cual se manifiesta la gloria de Dios, como tomando el cuerpo su propia gloria por los consuelos que le comunicaba la naturaleza divina. Y como Dios es glorificado en El, por la misma razón lo glorificó en sí. Y lo glorificó Dios en sí por el incremento de gloria que recibió, de la misma suerte que el que reina en la gloria (que es la gloria de Dios), pasa por este hecho a la gloria de Dios. Y así tenía que permanecer todo en Dios, en cuanto es permitido a la naturaleza humana. Tampoco quiso pasar en silencio el tiempo, para significar como cosa de presente, al salir el traidor Judas a realizar su traición, la gloria que después de la pasión le estaba reservada por la resurrección, y distinguirla de aquella con que Dios lo glorificaría en sí posteriormente. Aquélla era la gloria de Dios manifestada por la resurrección; ésta la que gozaría permaneciendo en el seno de Dios.

 A mi juicio no hay ninguna ambigüedad en la interpretación de estas palabras: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre» Esta gloria pertenecía a la carne, no al Verbo. Lo que yo me pregunto es qué significa en esto que sigue: «Y Dios es glorificado en El». Y no siendo uno el Hijo del hombre y otro el Hijo de Dios (porque el Verbo se hizo carne) (Jn 1,14), pregunto quién es glorificado por el Hijo del hombre (que es también Hijo de Dios). Veamos ahora qué significa lo tercero: «Si Dios es glorificado en El, también Dios lo glorificará en sí mismo». El hombre ciertamente no se glorifica por sí mismo. Por el contrario, en el hombre, aunque reciba la gloria, es glorificado por Dios. Pero El es Dios mismo. Y por tanto es necesario, o que sea Cristo el que se glorifica en la carne, o el Padre el que se glorifica en Cristo. Si Cristo, Cristo que se glorifica en la carne es Dios; si el Padre (también Dios), tendremos el misterio de la unidad, porque el Padre se glorifica en el Hijo. Pero porque Dios glorifique en sí mismo a Dios glorificado en el Hijo del hombre, ¿cómo puede deducirse la conclusión impía de que Cristo no es Dios según la verdad de naturaleza, como si estuviera fuera de sí, porque glorifica en sí? Así, al que el Padre glorifica, hay que confesarlo en igual gloria, y el que se ha de glorificar en la gloria del Padre, debe también participar de todo aquello que está en el Padre.. (San Hilario)



 Tercer Punto: Judas había expresado su arrepentimiento: «He pecado entregando sangre inocente» (Mt 27,4). Pero el diablo, que había entendido estas palabras, comprendió que Judas estaba en el buen camino y esta transformación le asusta. Después reflexionó: Su maestro es benevolente; en el momento que fue traicionado por él, lloró por su suerte y le ha apelado de mil maneras, sería sorprendente si no lo recibe cuando se arrepiente con toda su alma, se da por vencido para que le ayuden si se levanta y reconoce su culpa. ¿No es por esto por lo qué fue crucificado? Después de estas reflexiones, introdujo una profunda tristeza en la mente de Judas, y lo empujó a una inmensa desesperación, lo desconcertó, y le acosó hasta empujarlo al suicidio para privarlo de la vida después de despojarlo de sus sentimientos de arrepentimiento.

No hay duda de que, de haber estado aún vivo se habría salvado: sólo hay que ver el ejemplo de los verdugos. En efecto, si Cristo ha salvado a los que le crucificaron; si, incluso en la cruz, ruega al Padre e intercede por el perdón de sus pecados (Lc 23,34), ¿cómo no habría acogido al traidor con una benevolencia total, donde se ha demostrado la sinceridad de su conversión? … Pedro le negó tres veces después de participar en la comunión de los santos misterios, y sus lágrimas le absolvieron (Mt 26,75, Jn 21,15 s). Pablo, el perseguidor, el blasfemo, el presuntuoso, Pablo que no sólo ha perseguido al crucificado sino a todos sus discípulos, se convirtió en apóstol después de su conversión. Dios sólo nos pide una ligera penitencia para concedernos el perdón de nuestros pecados.(San Juan Crisóstomo)




+ Mensaje

“¡Queridos hijos! También hoy los invito a preparar sus corazones para estos días, en los que el Seor desea purificarlos de manera especial de todos los pecados de su pasado. Ustedes, queridos hijos, no pueden hacerlo solos. Por eso, Yo estoy aquí para ayudarles. Oren, queridos hijos, sólo así podrán conocer todo el mal que hay en ustedes y ofrecerlo al Señor, a fin de que el Señor pueda purificar sus corazones de todo. Por tanto, queridos hijos, oren sin cesar y preparen sus corazones con la penitencia y el ayuno. Gracias por haber respondido a mi llamado! ” (Mensaje, 4 de diciembre de 1986)



+ Coloquio

 Dios, Padre nuestro, gracias porque Tú eres nuestro Padre y porque nos has llamado a ser Tus hijos. Gracias porque nos has revelado Tu amor por medio de Jesucristo, Tu Hijo, que se hizo hombre. Te alabamos por la misericordia que nos has mostrado en El. Te damos gracias porque nos has prometido enviarnos a Tu Espíritu Santo y especialmente por habernos enviado a María para que pueda guiarnos en este tiempo de gracia. Te pedimos, oh Dios, Padre nuestro, que abras nuestros corazones y nos liberes de todo lo que nos cierra a Ti. Danos la gracia de regocijarnos con Tu Palabra. Danos la gracia de poder entenderla y aceptar Tu voluntad sin miedo. (Fray Slavko Barbaric, 27 de Noviembre 1997)




Comunión Espiritual:


 “Padre eterno, permitid  que os ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.” (De Santa Margarita María Alacoque)