No hay nada oculto que no se descubra


No hay nada oculto que no se descubra

Lunes XXV


Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio

Evangelio según san Lucas   8, 16-18
Jesús dijo a sus discípulos:
No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.
Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener.

+Meditación Patrística:

San Agustín:  con estas palabras enseña de una manera figurada la confianza con que debe predicarse para que no haya quien esconda la luz de la ciencia por temor a los inconvenientes carnales. Con el nombre de vasija o de cama significa la carne, y con la palabra antorcha designa la palabra divina. El que la oculta por miedo a los inconvenientes carnales, antepone la carne a la manifestación de la verdad, y el que teme predicar, cubre, por decirlo así, la palabra con su carne. Aquél, por el contrario, que pone la luz sobre el candelero es el que somete su cuerpo al servicio de Dios, de suerte que la predicación de la verdad esté encima y la servidumbre del cuerpo debajo.


Reflexión: El Señor se llama a sí mismo antorcha que ilumina a todos los que habitan en la casa, esto es, en el mundo. Pues siendo Dios por naturaleza y habiéndose hecho hombre por misericordia, es semejante a la luz de una lámpara retenida en un vaso de carne por medio del alma, como el fuego es retenido por medio de la mecha en el vaso de una lámpara. Llama candelabro a la Iglesia, sobre la que brilla el Verbo divino y la alumbra con los rayos de la verdad como si fuese una casa. Llamó por medio de semejanzas vasija y cama al culto material de la ley, debajo del cual no quiere ser adorado. (San Máxino)


De Santa Margarita María Alacoque
  “Padre eterno, permitid  que os ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.