«¿Entonces, qué debemos hacer?»




Domingo III Adviento


Evangelio Diario y Meditación


  •   Oración al Espíritu Santo

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.
Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones. 
¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén


+Santo Evangelio

Evangelio según san Lucas 3, 10-18:
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?»
Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacemos nosotros?»
Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros, ¿qué debemos hacer nosotros?»
Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».
Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.


+ Meditación:

Primer Punto: Porque está escrito en la ley: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lev 19,18), no puede decirse que ama a su prójimo el que no parte con él, en caso de necesidad, aun aquello que le es necesario: por esto se nos dice que demos al prójimo una túnica cuando tengamos dos; porque, si sólo tenemos una y la dividimos, ninguno se viste. De todo esto debemos aprender cuanto sea el valor que tienen las obras de misericordia, cuando se nos prescribe entre todas las otras como dignos frutos de penitencia.Para cada estado hay preceptos particulares; pero el de la misericordia es común para todos, por tanto a todos se les manda que den al que no tiene. La misericordia es la perfección de las virtudes; sin embargo, la misericordia se mide según la posibilidad de cada uno, para que nadie se prive de todo lo que tiene sino que dé parte de ello al pobre.Este pasaje tiene un sentido más profundo, porque así como no debemos servir a dos señores, tampoco debemos tener dos vestidos, para que así no sea uno de hombre viejo, y otro del nuevo; sino que debemos desnudar al hombre viejo y dar su vestido al que está desnudo. Así uno tiene uno, pero el otro no tiene ninguno, y nos fortaleceremos contra el enemigo. Y como está escrito que precipitemos nuestros pecados en lo profundo del mar, así conviene alejemos de nosotros los vicios y los pecados, y los arrojemos sobre aquel que fue causa de que los cometiéramos.

Segundo Punto: El Bautista dice ice que él no es digno de desatar la correa de sus zapatos, como si dijese: Yo no puedo quitar el calzado de los pies del Redentor, porque no usurpo para mí, el nombre de esposo que no merezco. Porque era costumbre entre los antiguos, que cuando alguno no quería recibir por mujer aquella que le correspondía, le desataba el calzado el que se casaba con ella por derecho de parentesco. O porque el calzado se hace de pieles de animales muertos, habiendo encarnado nuestro Señor, apareció como calzado, porque tomó para sí la mortalidad de nuestra corrupción. La correa del calzado es, pues, como el nudo del misterio; así San Juan no puede desatar la correa del calzado, porque no puede comprender el misterio de la encarnación, que conoció por el espíritu de profecía.. (San Gregorio Magno)

+Tercer Punto:  Considera como el Eterno Padre dijo a Jesucristo en el instante de su concepción estas palabras: 
Hijo, yo te he dado al mundo por luz y vida de las gentes,  a fin de que procures su salvación,  que estimo tanto como si fuese la mía.
Es necesario,  pues,  que te emplees todo en beneficio de los hombres. Es por lo mismo preciso que al nacer padezcas una extremada pobreza,  para que el hombre se haga rico. Es menester que seas vendido como esclavo,  para que adquieras al hombre la libertad;  y que como tal esclavo seas azotado y crucificado,  para satisfacer a mí justicia la pena debida por el hombre.
Has de dar la vida por librar al hombre de la muerte eterna. En suma, sabe que no eres más tuyo, sino del hombre. De esta manera, Hijo mío, este se rendirá a mamarme y a ser mío,  viendo que le doy sin reserva a Ti mi Unigénito,  y que nada más me resta que darle. 
Así amó Dios al mundo: que le dio su Unigénito. Sic Deus dilexit mundum ut Filium suum unigenitum daret. 
¡Oh amor infinito,  digno solamente de un Dios infinito,  quien de tal modo amó al mundo que dio su Unigénito!
A esta propuesta Jesús no se entristece,  sí que se complace en ella,  la acepta con amor y se regocija. Desde el primer momento de su encarnación Jesús se da también todo al hombre,  y abraza con gusto cuentos dolores e ignominias debe sufrir en la tierra por amor del mismo. Estos fueron,  dice san Bernardo, los montes y colinas que debía atravesar con tanta presura y fatiga; cual nos le representa la Esposa cuando dice:  Ved a mi amado, que viene saltando por montes,  atravesando collados. Cant. 2, 8.
Pondera aquí como el Padre Divino enviando el Hijo a ser nuestro Redentor, y poner la paz entre Dios y los hombres,  se ha obligado en cierto modo a perdonarnos y amarnos por razón del pacto que hizo de recibirnos en su gracia;  puesto que el Hijo ha de satisfacer por nosotros a la Divina Justicia.  A su vez el Verbo Divino,  habiendo aceptado el encargo del Padre,  el que (enviándolo a redimirnos)  nos lo daba,  se ha obligado a amarnos,  no ya por nuestros méritos, sí por cumplir la piadosa voluntad del Padre. (San Alfonso Mª Ligorio)




+ Mensaje: 


“Queridos hijos, queridos apóstoles míos del amor, mis portadores de la verdad, os invito nuevamente y os reúno en torno a mí para que me ayudéis, para que ayudéis a todos mis hijos sedientos del amor y de la verdad, sedientos de mi Hijo. Yo soy una gracia enviada por el Padre Celestial para ayudaros a vivir la Palabra de mi Hijo. Amaos los unos a los otros. Yo viví vuestra vida terrena y sé que no es siempre fácil, pero si os amáis unos a otros, oraréis con el corazón y alcanzaréis cumbres espirituales y se abrirá para vosotros el camino hacia el Paraíso. Allí os espero yo, vuestra Madre, porque estoy allí. Sed fieles a mi Hijo y enseñad la fidelidad a los demás. Estoy con vosotros, os ayudaré. Os enseñaré la fe para que sepáis transmitirla de manera correcta a los demás. Os enseñaré la verdad para que sepáis discernir. Os enseñaré el amor para que conozcáis lo que es el verdadero amor. Queridos hijos, mi Hijo logrará hablar a través de vuestras palabras y de vuestras obras. ¡Os doy las gracias! ” (Mensaje 2 de Septiembre, 2015)




  • Coloquio:  
Espíritu de verdad, que conoces las profundidades de Dios, memoria y profecía de la Iglesia, dirige la humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret el Señor de la gloria, el Salvador del mundo, la culminación de la historia. 
¡Ven, Espíritu de amor y de paz!
Espíritu creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la fuerza de tus santos dones para cruzar con valentía el umbral del nuevo milenio y llevar a las generaciones venideras la luz de la Palabra que salva.  (San Juan Pablo II)




+ Comunión Espiritual: 

 “Padre eterno, permitid  que os ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.” (De Santa Margarita María Alacoque)