Preparad el camino del Señor



Segundo Domingo Adviento

  Ciclo C

Preparad el camino del Señor


SANTO EVANGELIO

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3,1-6:

En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tretarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio ttetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Voz del que grita en el desierto: 
Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano.  Y toda carne verá la salvación de Dios».



PADRES DE LA IGLESIA

San Juan Crisóstomo: No habiéndose ofrecido aún el divino sacrificio, y no habiendo bajado el Espíritu Santo, ¿cómo había de concederse el perdón de los pecados? Por lo cual ¿qué es lo que dice San Lucas: "Para remisión de los pecados"? Los judíos eran ignorantes, y por ello, no pensaban en sus propias culpas. Pero como ésta era la causa de todos sus males -para que conociesen sus pecados, y pudiesen buscar al Redentor- vino San Juan exhortándolos a que hiciesen penitencia, para que, convertidos a mejor vida por medio de la penitencia, trabajasen solícitos a fin de recibir el perdón. Por eso, habiendo dicho que vino predicando el bautismo de la penitencia, añadió: "Para remisión de los pecados". Como si dijera: Los persuadía a hacer penitencia para que pudieran alcanzar con más facilidad el perdón subsiguiente, creyendo en Jesucristo. Porque si no eran llevados por la penitencia, de ningún modo podrían obtener la gracia, sino solamente la preparación para recibir la fe de Jesucristo. 

San Cirilo: Pero alguno podría responder y decir: ¿Cómo habremos de preparar el camino al Señor? ¿Cómo haremos derechas sus sendas, siendo así que hay tantos impedimentos que estorban a los que quieren hacer una vida buena? La palabra del profeta responde a esto. Hay ciertos caminos y sendas, que a propósito no son para marchar, porque suben hasta las colinas o los montes, o bajan hasta los despeñaderos. Obstáculos que remueve diciendo: "Los derrumbaderos se rellenarán, y todo monte y colina se allanarán". Hay algunos caminos que están trazados con desigualdad, porque tan pronto suben como bajan, haciendo difícil la marcha por ellos. De éstos dice: "Los tortuosos serán enderezados, y los caminos fragosos allanados". Se comprende que todo esto ha sido hecho por el poder de nuestro Salvador; porque era difícil el camino de la vida y del conocimiento del evangelio, a causa de que las pasiones humanas embargaban las almas. Pero cuando Dios, hecho hombre, destruyó el pecado en su carne, todo fue allanado, y se hizo fácil el camino, no habiendo ya collado ni valle que sea obstáculo para los que quieran caminar.

San Gregorio Magno: Tal vez los llanos rodeados de montes, significan la práctica tranquila de las virtudes, cuando habla de la semejanza de los valles, según las palabras del Salmo: "Los valles abundarán en trigo" (Sal 64,14).  El valle, cuando se llena, crece, y el monte y el collado, cuando se desmontan, disminuyen; así la gentilidad recibió la plenitud de la gracia en la fe de Jesucristo, y Judea perdió por el error de su perfidia la altura, por la cual se había ensoberbecido. Porque los humildes reciben el don, que los corazones de los soberbios rechazan.Quizás manda que se rellenen los valles, y que se allanen los collados y los montes, queriendo manifestar que la virtud ordenada no debe alterarse por exceso ni por defecto.Los caminos torcidos se enderezan, cuando el corazón de los malos, torcido por la injusticia, se dirige según la regla de la justicia, y los caminos escabrosos se convierten en llanos, cuando las almas duras e iracundas vuelven a la suavidad de la mansedumbre, por la infusión de la divina gracia.  Toda carne, o todo hombre no ha podido ver la salud de Dios (esto es, a Jesucristo) en esta vida, y por tanto, el profeta extiende su mirada hasta el día del juicio, cuando todos le verán, tanto los escogidos como los réprobos.



CATECISMO DE LA IGLESIA

522: La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la «Primera Alianza» (Heb 9,15), todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel. Además, despierta en el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida.
523: S. Juan Bautista es el precursor inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino. «Profeta del Altísimo» (Lc 1,76), sobrepasa a todos los profetas, de los que es el último, e inaugura el Evangelio, desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser «el amigo del esposo» (Jn 3,29) a quien señala como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Precediendo a Jesús «con el espíritu y el poder de Elías» (Lc 1,17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio.
524: Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida. Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste: «Es preciso que él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30)..
535: (…) Juan proclamaba «un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Lc 3,3). Una multitud de pecadores, publicanos y soldados, fariseos y saduceos y prostitutas viene a hacerse bautizar por él. (…).



Pontífices

San Juan PAblo II
  1. «Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas» (Lc 3, 4). Con estas palabras, hoy, segundo domingo de Adviento, el evangelio nos exhorta a disponer el corazón para acoger al Señor que viene. Y la liturgia de este día nos propone como modelo de esa preparación interior la figura austera de Juan Bautista, que predica en el desierto invitando a la conversión.
Su testimonio sugiere que, para salir al encuentro del Señor es preciso crear dentro de nosotros y a nuestro alrededor espacios de desierto: ocasiones de renuncia a lo superfluo, búsqueda de lo esencial, y un clima de silencio y oración.
San Juan Bautista invita, sobre todo, a volver a Dios, huyendo con decisión del pecado enfermedad del corazón del hombre, que le impide la alegría del encuentro con el Señor.
El tiempo de Adviento es especialmente apto para hacer experiencia del amor divino que salva. Y es sobre todo en el sacramento de la reconciliación donde el cristiano puede hacer esa experiencia, redescubriendo a la luz de la palabra de Dios la verdad de su propio ser y gustando la alegría de recuperar la paz consigo mismo y con Dios.
2. Juan en el desierto anuncia la venida del Salvador. El desierto hace pensar también en muchas situaciones contemporáneas graves: la indiferencia moral y religiosa, el desprecio hacia la vida humana que nace o que se encamina a su ultima meta natural, el odio racial, la violencia, la guerra y la intolerancia, son algunas de las causas de ese desierto de injusticia, de dolor y de desesperación que avanza en nuestra sociedad.
Frente a ese escenario, el creyente, como Juan Bautista, debe ser la voz que proclama la salvación del Señor, adhiriéndose plenamente a su Evangelio y testimoniándolo visiblemente en el mundo.
3. Nos aproximamos a la clausura del Año de la familia, que ha puesto de relieve el papel insustituible de esta primera célula de la sociedad en la educación humana y cristiana de la persona.
En nuestros días, tiempo de nueva evangelización, es urgente que los padres cristianos pongan atención especial en la educación de sus hijos para ser testigos valientes del Salvador en el mundo de hoy. Convirtiéndose en los primeros catequistas de sus hijos, pueden suscitar más fácilmente en ellos un amor singular a la palabra de Dios, y adecuando diariamente su vida al Evangelio, los estimulan en las decisiones coherentes y generosas, que son propias de todo auténtico discípulo del Señor.
Oremos para que cada familia cristiana sea una pequeña iglesia misionera y una escuela de evangelizadores. Encomendemos esta misión de todos los núcleos familiares creyentes así como sus alegrías y sufrimientos, a la Virgen Inmaculada, cuya solemnidad celebraremos el jueves próximo. Que María sea nuestro ejemplo y nuestra guía, especialmente ejemplo y guía de las familias.  (4 de diciembre de 1994)